Una discusión filosófica que vive en nuestros comercios desde hace tiempo es si el vendedor “nace o se hace”, y junto a ella, un sinfín de conjeturas que, en ocasiones, no tienen una única respuesta, por eso hoy le acerco algún pensamiento que tiene la humilde pretensión de ser esclarecedor.En principio podría decir que, sin duda, hay personas que tienen más facilidades que otros para desarrollar ésta fascinante actividad, aquellos que tengan vocación por relacionarse con otros, aquellos que sean extrovertidos, aquellos que tengan naturalmente más resistencia a los pequeños fracasos contarán con una clara ventaja.Pero atención, no sólo basta con eso, ya no es efectivo aquel modelo que conocimos como “guitarrero” o “sanatero” en el que el vendedor tenía ciertos talentos y descansaba en ellos sin agregarle ningún tipo de conocimiento profundo sobre los productos vendía, y en el que además, el cliente no era escuchado.Para ser más gráfico, se me viene a la cabeza la fábula de “la liebre y la tortuga” donde la liebre que descansaba en su velocidad es superada por la tortuga que “sin tantos talentos”, y a base de esfuerzo, logra lo aparentemente imposible.Claro, es una fábula, un cuento, pero le pregunto:¿Cuántos creen que por que tienen más facilidad de palabras son mejores vendedores?, como si la venta se tratara de hablar y no de escuchar…¿Y cuántos otros creen que por que tienen solamente más antigüedad son mejores vendedores?, como si los productos y los clientes siempre fueran los mismos, como si para el mayor conocimiento y el mejor desempeño habría que esperar años...Para finalizar le dejo mi parecer, hay personas que tienen algunos talentos naturales que pueden favorecer su trabajo como vendedor, pero sólo con eso no alcanza. La venta es una técnica profesional donde hay que profundizar constantemente el conocimiento sobre lo que se vende, los clientes, la competencia, etc. Una profesión no apta para improvisados, o mejor dicho, una profesión donde a los improvisados y a los no esforzados, no les va bien.Alejandro R. Bogado